Los edificios nos ponen a buen resguardo del viento, del frío o el calor, de la lluvia y de otros fenómenos atmosféricos. Ahora bien, dado que las estructuras elaboradas con hormigón son porosas, no puede decirse que sean estancas. Y lo cierto es que tanto el contacto con el agua, como los procesos de sulfatación, la oxidación y la cloración terminan por dañar las estructuras que no se protegen.